Ir al contenido principal

Tres amenazas actuales que juegan en contra del proyecto de Pareja

Imagínense una persona que tenga la cabeza de un bebe, las manos de un niño, las piernas de un adolescente, el corazón de un joven y lo demás de adulto. Impensable, ¿verdad? Sin embargo esta deformidad es perfectamente posible en la psiquis humana: podemos tener la inteligencia o la habilidad para los negocios de un adulto pero la tolerancia a la frustración de un niño, el control de impulsos de un adolescente y la forma de amar de un bebé. Tal deformidad se debe a que los diversos aspectos del psiquismo humano se van desarrollando –o estancando- en paralelo en base a la interacción con el ambiente familiar, cultural y social los cuales estimulan, o dejan de hacerlo, sus principales cualidades.

Es indiscutible que las personas nacemos dispuestos a “sentir amor”, primero por nuestra madre y después paulatinamente por otros miembros de nuestro entorno, hasta que un día, ya de adultos, amemos a alguien de “otro entorno”. Desde que nacemos amamos y en cada una de las etapas de nuestra vida amamos como corresponde a la etapa en la que nos encontramos. Así, cada momento tiene un tipo de amor que le corresponde, con características muy bien definidas: amor narcisista o amor de bebé, amor infantil, amor adolescente, amor juvenil, amor adulto. Lo que comúnmente llamamos “amor”, a secas, es nuestra expectativa del amor adulto, un amor que es capaz de vencer las limitaciones egocéntricas de los otros tipos de amor para acercarse de una mejor manera al “otro-pareja(o)” y poder construir un proyecto común, negociado, que implique renuncias personales en favor de acuerdos que ambas partes consideren más valiosas.

Pero en función de lo dicho anteriormente, existe la posibilidad de no haber podido llegar a desarrollar nuestra capacidad de amar como adultos quedándonos estancados en una etapa infantil o adolescente. La persona afectada por este problema sentirá amor como cualquiera pero no podrá amar como lo esperado a su edad. Es decir, cabe la posibilidad de no llegar a conocer el llamado amor adulto por más que la persona esté dispuesta a jurar que puede amar de una manera sincera.

No desarrollar esta capacidad trae como consecuencias la dificultad para construir un proyecto común negociado, la dificultad de poder renunciar a necesidades personales y la tendencia natural a imponer al otro un funcionamiento asumido a partir de necesidades, temores o angustias de uno mismo (lo que llamamos nuestros “fantasmas”), sin aceptarlo como una persona con su propia forma de funcionar en la vida. Estas dificultades, que en general afectan a cualquier tipo de convivencia humana, son especialmente complicadas para el desarrollo de un proyecto de pareja sano.

Mi propuesta consiste en que la sociedad actual muestra muchos síntomas que hacen pensar en tendencias más bien opuestas a la posibilidad de desarrollar la capacidad de amar como adultos, dándose la gran paradoja de personas cada vez más necesitadas de amor pero con menos capacidad de amar de verdad.

Lo narcisista (o lo egocéntrico) podría entenderse como aquella dificultad para tolerar la existencia de otras personas con formas de razonar, de funcionar, de amar y de ser, diferentes a uno. Esto es, la presencia de alguien distinto causa tanta angustia que uno se defiende no reconociéndolo con un funcionamiento autónomo por derecho propio. Es más llevadero inventarle cualidades similares y si no la alternativa es alejarlo de la manera más enérgica apropiándose uno solo del derecho a la verdad. Aquí no se trata de posturas ideológicas. Se trata de emociones que no pueden procesarse y que después buscan justificación a través de lo ideológico.

En el mundo de la pareja lo narcisista se evidencia sobre todo (pero no exclusivamente) al inicio de las relaciones. Un ejemplo de esto: “No entiendo cómo ella (o él) puede ser así, yo nunca haría eso”. Cuando uno dice esto, está asumiendo que su lógica es la correcta e implícitamente que todos los demás deberían seguir esa lógica. Si la pareja no actúa de la misma manera, entonces es la pareja la que está mal. ¿Se imaginan a dos personas actuando de esta manera, uno sobre el otro? Esto, nada menos, es parte del encuentro de dos narcisismos. Pero hay más.

Los enamorados buscan las coincidencias al máximo: “la amo porque a los dos nos gusta hacer las mismas cosas”, “ambos tenemos los mismos valores”, “ambos somos admiradores de tal o cual…”. Más aún, está muy difundido que las parejas busquen “el alma gemela”, “la media naranja”. Ni pensar que una naranja (completa) busque una sandía, por ejemplo.

Buscar inicialmente las coincidencias busca soslayar las diferencias de la alteridad, es decir, las diferencias generadas por el sólo hecho de ser dos personas distintas. Es más, al inicio uno está dispuesto, incluso, a ver coincidencias donde no las hay o a minimizar las posibles diferencias: “a él no le gusta la misma música que a mí me gusta pero yo voy a hacer que le guste”. Y claro, al inicio de la relación todos estamos dispuestos a pasar por alto algunas cosas y si hay que recogerla siempre de su casa y acompañarla luego hasta el fin del mundo a las 4 de la mañana, no importa. Si hay que acompañarlo todos los sábados en la mañana al partido de fútbol con sus amigos (que detesto), tampoco importa. Todo a favor de minimizar las diferencias.

Tenemos los mismos gustos, funcionamos de la misma manera, razonamos igual y tenemos los mismos valores. Por lo tanto, nos queremos mucho. Lo que está detrás es la fantasía de ser prácticamente uno, fantasía que trataremos de alargar lo más posible y de llevarla hasta el matrimonio. Es más, es muy posible que nos casemos con aquella persona con la que hayamos podido alargar esta fantasía (narcisista, egocéntrica) al máximo.

Pero, como siempre, la realidad se encarga de desbaratar toda fantasía. Y la realidad, en este caso, consiste en que todas las personas somos diferentes y las parejas no se salvan de esto. La alteridad se filtra como el agua entre las piedras. Tarde o temprano la fantasía egocéntrica de no reconocer al otro como una persona diferente se desbarata por efecto de la realidad. Este es el momento donde aparece el reto de responder de manera adulta tolerando las diferencias y aprendiendo a negociar un proyecto conjunto que permita que dos personas diferentes puedan construir un futuro conjunto.

Sin embargo, hoy vemos que aparecen cada vez mayores dificultades para poder superar esta etapa, a nuestro entender porque hay fuerzas que promueven una mayor narcisisación de los individuos en la sociedad.

Con cargo a desarrollar cada uno de ellos con mayor detenimiento en el futuro, voy a mencionar tres síntomas que hablan de este fenómeno:

1. Una mayor introversión de la libido, es decir cada vez nos vemos más estimulados a invertir más energía en nosotros mismos. Esto no tiene que ver necesariamente con querernos más a nosotros mismos de una manera sana, sino con tolerar menos la frustración de no poder satisfacer nuestras necesidades narcisistas; con la compulsión de invertir mucho más energía en acercarnos a modelos ideales externos (de valores, de vida, de apariencia, etc.) y no poder negociar con ellos. Lo que podría parecer una virtud, fuera de ciertos límites se convierte en un serio problema, llevándonos a una sobrevaloración del “sí-mismo” y de la imagen corporal. Siempre han existido estas tendencias, pero hoy existen muchas más fórmulas que nos estimulan las necesidades narcisistas y nos venden la fantasía (y algunas veces hasta experiencias transitorias) de que es posible satisfacerlas completamente, sin renuncias de ningún tipo. Antes se decía “si no estás en la televisión no existes” y ese espacio estaba reservado sólo para ciertos elegidos. Ahora aquellos que necesitan ser admirados narcisísticamente pueden recurrir a diversos medios como las páginas web, las redes sociales (si no estás en Facebook no eres nadie), los blogs, la webcam, etc. con igual o mayor eficacia.

2. Perversión de los espacios mentales. Todos nos manejamos en tres espacios (mentales): lo público, lo íntimo y lo privado. Los límites entre uno y otro espacio están bastante bien delimitados en una persona normal (lo que le permite asumir un tipo de comportamiento propio para cada uno) y la vergüenza funciona como un muro de contención para que no pase algo de un nivel más profundo a uno superior. Sin embargo, cualquiera que revise alguna de las llamadas redes sociales podrá comprobar cómo se están pervirtiendo estos límites y la exposición a lo público empieza a interesar a muchas más personas, volviéndose más atractivo y placentero que lo íntimo. Así, lo que debiera manejarse en un espacio más íntimo es expuesto, de manera natural y voluntaria, públicamente por los propios usuarios. A mi parecer esto está trayendo como consecuencia un menor esfuerzo para la construcción de los espacios más íntimos que siempre son más difíciles y en los que la gratificación personal se coloca en segundo plano a favor de la construcción de un vínculo con el otro.

3. Los ensambles narcisistas como sustituto de los vínculos. Dos personas que tienen un vínculo sólido pueden prescindir de lo accesorio, siendo lo principal aquello que tienen entre ellos. Lo que hacen juntos puede negociarse, los espacios que frecuentan pueden variar, las amistades son complementarias, etc. Cada vez más se observa parejas que se encuentra unidas más bien por lo accesorio que por lo esencial y donde el disfrute no es por el compartir juntos sino porque cada uno disfruta en paralelo sin existir muchos puentes entre ambos. A esta situación fabricada para permitir el disfrute paralelo, donde cada cual es parte del montaje es lo que llamo un “ensamble narcisista”. Es narcisista porque cada uno persigue la satisfacción de una necesidad personal no negociada y es un montaje porque es una construcción para que ambos puedan satisfacerse, no precisamente del compartir con el otro, sino de lo que pueden conseguir con el otro presente en términos de satisfacción fundamentalmente personal. Estos ensambles son cada vez más frecuentes y se les ve sustituyendo a las relaciones de pareja.

Cualquiera podría objetar que estos problemas han existido desde siempre en distintas formas en la sociedad, en la pareja y en el amor. No lo dudo. Sin embargo, hoy existen muchos medios al alcance de todos que refuerzan estas tendencias a la narcisisación y que, de hecho, afectan la calidad de los vínculos que se están generando entre las parejas.

En resumen, cada vez percibimos en la consulta psicoterapéutica, una tendencia mayor a la exaltación del si-mismo en sus distintas posturas, curiosamente no como un reforzamiento de la autoestima sino como defensa frente a un vacío interno; un mayor placer por hacer llevar a espacios públicos aspectos más bien íntimos, con el consiguiente empobrecimiento de los vínculos íntimos que eso conlleva; y una gran confusión entre lo que es un vínculo verdadero con lo que es un ensamble destinado al gozo individual.

Curiosamente se dan dos paradojas: las personas se quejan de necesitar más amor pero a la vez tienen menor capacidad de amar, y mientras más conectados estamos globalmente, los vínculos se hacen más superficiales.

Comentarios

Entradas populares de este blog

TALLER PARA MEJORAR LA VIDA EN PAREJA

Introducción ¿Cuáles son las cosas que ponen en peligro realmente a las relaciones de pareja? ¿Son las grandes catástrofes matrimoniales o las minúsculas miserias de cada día ? Estudios recientes indican que las pequeñas cosas cotidianas ponen mucho más en riesgo la existencia de la vida en pareja que los grandes problemas. Cuántas veces hemos escuchado cosas como: mi pareja nunca habla, deja toda la ropa tirada, siempre me interrumpe cuando estoy viendo mi fútbol, no ayuda para nada con la limpieza de la casa, no se preocupa por ahorrar, prometió que siempre me iba a cuidar, etc., etc., ... Son estas vivencias del diario las que van minando el interés y pueden acabar por destruirla. Adicionalmente, casi todas las parejas aceptan que las discusiones se inician por verdaderas tonterías. Y, aunque por fuera son una serie de nimiedades diferentes cada día, por dentro casi siempre vamos encontrando los mismos fantasmas rondando en cada una de ellas, repitiéndose y repitiéndose más allá d

El amor (de pareja) en los tiempos…

Quiero usar de “pre-texto” este extraordinario texto extraído del libro “El amor en tiempos del cólera” de Gabriel García Márquez (1985) para que podamos ser testigos, guiados por su deliciosa pluma, de muchos de los aspectos que rodean la naturaleza de los conflictos de pareja. Tenía razón el viejo Freud cuando a principios del Siglo XX afirmaba que la ciencia llega siempre tarde a lo que poetas y filósofos ya conocían desde antes. Les ubico en la escena: los personajes que intervienen son el doctor Juvenal Urbino y su esposa Fermina Daza, ambos de familias muy respetadas, y cuyo matrimonio llegó a celebrar sus bodas de oro. ¡Cincuenta años juntos! Las fantasías más privadas quedaron atrás y ya con muy pocas posibilidades de realizarse en la vida. Ella, Doña Fermina, se casó por decencia y él por amor. La viñeta que leeremos sucedió cuando andaban por los 30 años de matrimonio. Me gustaría que pongan especial atención a los comentarios del narrador tanto como a los hechos en sí. Les s

¿Narciso yo?

A través del correo he recibido esta semana tres consultas referidas al tema del “amor narcisista” que tocamos tangencialmente la semana pasada. En atención a ellos me parece un buen momento para ampliar algo de lo que allí mencioné a manera de contestación a su deferencia al compartir conmigo sus propias experiencias. ¿Qué es esto del Narcisismo? Narciso es el personaje recogido por el poeta romano Ovidio cuya historia es contada en su obra Las Metamorfosis (libro tercero) y que narra la historia de un joven muy hermoso que andaba triste porque no podía enamorarse al no encontrar alguien de suficiente belleza. Una noche de luna llena, al acercarse a una fuente, logró ver su propia imagen reflejada en el agua. No consciente de que se trataba de él mismo, se enamoró perdidamente del rostro que lograba ver en ella, visitándola noche tras noche. Notaba que el personaje de sus amores se comportaba exactamente como él e incluso se retiraba en el momento en que él mismo debía hacerlo. Una no