Amar demasiado no significa amar a demasiados hombres, ni enamorarse con demasiada frecuencia, ni sentir un amor genuino demasiado profundo por otro ser. En verdad significa obsesionarse por un hombre y llamar a esa obsesión “amor”, permitiendo que ésta controle nuestras emociones y gran parte de nuestra conducta y, si bien comprendemos que ejerce una influencia negativa sobre nuestra salud y nuestro bienestar, nos sentimos incapaces de librarnos de ella. Significa medir nuestro amor por la profundidad de nuestro tormento.
Con este sugerente texto la autora Robin Northwood(1) da inicio a su célebre libro sobre las “Mujeres que aman demasiado” (MQAD). El libro es una colección de casos de mujeres que han hecho del amor una verdadera dependencia afectiva donde a más sufrimiento corresponde, en su fantasía, más derecho a ser amada. Las mujeres del libro de la Sra. Northwood viven atrapadas en relaciones de carácter patológico. A través de este artículo no pretendo hacer un análisis del libro sino analizar un concepto que se ha ido popularizando cada vez más y que esconde problemas de la psiquis humana que merecen hablarse con claridad para no confundir a los lectores.
Mujeres y Hombres que aman demasiado y la compulsión a repetir
Como veremos, los problemas que están a la base de la dependencia afectiva no son exclusivos de las mujeres. Existen hombres que aman demasiado y que, por lo tanto, también han convertido del amar un pretexto para sufrir.
El psicoanálisis plantea que en su afán por ordenar y simbolizar las huellas que nos han dejado experiencias desagradables en nuestra infancia, las personas recurrimos a un mecanismo que S. Freud bautizó como la “compulsión a la repetición” (2). Lo desagradable lo evitamos y en un caso extremo lo reprimimos, sepultándolo en la oscuridad del inconsciente. Sin embargo la experiencia no deseada y reprimida pugna por salir al consciente con todo lo que implica de confuso y doloroso. Es aquí cuando nos sorprendemos a nosotros mismos repitiendo (compulsivamente) situaciones ya vividas en la infancia como desagradables y confusas, en un nuevo intento de la mente para dar sentido a algo que inicialmente no lo tiene para la persona que lo vive.
Quizá no lo pensamos pero en alguna parte de nuestra mente sentimos profundamente el secreto deseo de que "esta vez no sea igual que las anteriores" o "esta vez sí voy a hacer las cosas bien"... ¿tiene sentido? para nosotros sí ya que lo que está en juego es la posibilidad de dar sentido a esas experiencias confusas y desagradables vividas en la infancia y que guardamos en el inconsciente. Estoy seguro que todos tenemos la experiencia de conocer personas que -en materia de amores- siempre cometen los mismos errores. Gente que busca siempre relaciones complicadas y que con un poco de análisis todos (menos ellos mismos) pueden darse cuenta que se repiten y repiten los mismos esquemas. A esto justamente es lo que no referimos.
Lo que está a la base de las mujeres y hombres que desarrollan esta dependencia afectiva es justamente esta compulsión a repetir situaciones infantiles en las que no se han sentido queridos adecuadamente por el padre o la madre, al menos no como ellos (en sus fantasías infantiles más profundas) hubieran deseado. El recuerdo inicial desagradable se podrá mantener reprimido sin necesidad de sacarlo a la consciencia (por lo doloroso que sería) pero creando situaciones semejantes en el hoy, a través de las cuales se pueda encontrar el sentido de las primeras sin necesidad de traerlas al consciente. Así, la persona se ve más atraída por parejas que no las reconocen o frente a las que hay que hacer un gran esfuerzo para lograr un poquito de atención. Seguramente de la misma manera había que hacerlo de niños frente a los padres.
El terror a ser abandonados
Lo que de niños fue de seguro pan de cada día se actualiza permanentemente en la edad adulta. Muchos padres se equivocan al amenazar a sus hijos con retirarles el amor como parte del castigo ante cualquier error que puedan cometer. Desde el anacrónico “te voy a dejar de querer si…” hasta actitudes más sutiles como ofenderse o molestarse y quitar el habla cuando un hijo comete una falta, les hace interpretar que con cada error se juega también el amor de los padres.
El terror a perder el amor de los seres queridos o a ser abandonados se va incubando de esta manera. Como resultado tenemos adultos que reprimen sus propios sentimientos agresivos por la fantasía de que si alguno de éstos se escapa, van a perder de inmediato al ser amado. Otro efecto es que de adultos se humillan, soportan todo tipo de atropellos y vergüenzas porque la sensación de abandono sufrida en el pasado es un terror aún peor que cualquier posibilidad de ser abandonado en el presente les remueve.
El factor histérico
La histeria, como trastorno o estructura de la personalidad, ha sido siempre identificada por gestos exagerados y emociones intensas. Si bien es cierto que ésta es una de las características externas, uno de los rasgos centrales de la histeria es el conflicto que se produce entre el deseo y la prohibición. Los histéricos estarán condenados a no ser felices y sufrir por esta prohibición. Su tendencia será la de ver siempre el “vaso medio vacío” en vez del vaso medio lleno.
Existen muchas teorías que intentan explicar por qué la histeria es más frecuente (no exclusiva) en las mujeres que en los varones. No vamos a entrar en este tema pero sí queremos observar que este es el factor que hace que las mujeres que aman demasiado sean más notorias que los hombres que aman demasiado, sin que este síndrome sea prerrogativa exclusiva de ellas.
La MQAD será más expresiva en su sufrimiento y llamará más la atención de todos a su alrededor. Los llantos, las depresiones y hasta los intentos de suicidio serán mucho más frecuentes en las mujeres que en los hombres. Sin embargo la compulsión a repetir y el terror al abandono, que son los factores determinantes de esta dependencia afectiva son iguales para ambos casos.
Conclusiones
- De lo explicado anteriormente se deduce que el nombre de MQAD no está bien empleado ya que este cuadro puede afectar tanto a hombres como a mujeres.
- Aunque los afectados por este síndrome lo promueven, el amor en ningún caso se debe identificar con el sufrimiento eterno ni con un premio al mérito por nuestro desprendimiento.
- Lo que está a la base, tanto en las mujeres como en los hombres, es la compulsión a repetir y el terror a ser abandonados.
- En el caso de las mujeres en particular, es más frecuente encontrar estos cuadros asociados a un sufrimiento exteriorizado con mucha mayor fuerza (histrionismo). Las mujeres afectivamente dependientes hablarán más del tema y derramarán muchas más lágrimas. Los varones, en cambio, pueden ser mucho más reservados o expresar menos sus emociones, pero igual sufrir de relaciones conflictivas donde se reedite el abandono y el conflicto.
El psicoanálisis propone terapias que no sólo busquen modificaciones de conducta sino que ayuden a descubrir las verdaderas causas, enfrentándolas y abriendo el camino a nuevas posibilidades y a la capacidad de llevar relaciones más sanas y felices.
(1) Northwood, Robin. “Las Mujeres que aman demasiado”, 1985, Ediciones B Argentina S.A.
(2) Freud, Sigmund. 1920. “Más allá del principio de placer”. Amorrortu Editores, Tomo XVIII.
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