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SENSACIÓN DE CONEXIÓN



Amor, si te digo algo ¿me prometes que no te vas a molestar?”

“Te voy a decir algo pero no lo vayas a tomar a mal…”

“Amor, creo que tenemos que hablar de nuestra relación”…







¿Nunca les ha pasado que Uds. o sus parejas han empezado una conversación con alguna de estas frases? ¿Y qué sucedió después? No tienen que pensarlo mucho, con seguridad todo salió un desastre. Las tres variantes escogidas apuntan a un mismo reto: el reto de hablar sobre lo que cada uno siente respecto de la relación o del matrimonio. Es un reto en el que la mayoría de las parejas va perdida desde el inicio. Ellas piensan que ellos no quieren hablar y ellos piensan que es inútil hablar de esto. No importa la variante escogida en las que se solicite hablar sobre el “nosotros”, el intento casi siempre va destinado al fracaso.


Seguramente que si el lector es una mujer, en estos momentos estará pensando que estos diálogos fracasan antes de nacer porque a los varones no nos gusta hablar. Ellas quisieran que sus parejas acudieran gustosos (y locuaces) para hablar de los problemas de la relación o el matrimonio y de la forma cómo lo están llevando juntos pero sienten que a ellos no les gusta hablar. En cambio los lectores varones simplemente estarán absolutamente convencidos que hablar de tal cosa simplemente no lleva a nada ya que cada vez que lo han intentado, ella se dedicó a enrostrarle la lista de defectos que, según ella, él tenía.


“El es muy hábil para aconsejar a los demás, pero cuando le pregunto sobre nosotros, simplemente se queda callado”. “Si estamos en público él no para de hablar, aconsejar u opinar, pero cuando llegamos a la casa se pone a ver televisión o a trabajar en su computadora y no habla para nada”. No hay vuelta que dar: ellas sienten que a los hombres no les gusta hablar, pero… ¿será cierto?



Sensación de “conexión”

Para poder comunicarnos bien hay que estar adecuadamente “conectados”. Esto lo sabemos los usuarios del celular. No es posible la comunicación cuando no hay señal (vale decir, conexión). De igual manera, para poder tener una comunicación eficaz dentro de la pareja, primero hay que estar conectados. ¡No es al revés! Hablar no genera la conexión, hablar sólo se puede cuando hay –previamente- conexión.


Los investigadores P. Love y S. Stosny sostienen que “hablar de la relación” lleva siempre a las parejas a un sentimiento de “desconexión”, yo creo que esto es porque el hablar puede llevarnos a descubrir la falta de conexión. Fíjense bien, esto quiere decir que no es un problema de comunicación (que las mujeres confunden con el mero “hablar de…”) sino de una comunicación que lleve a ambos a sentirse que previamente han estado “conectados”. Lo que sucede es que las mujeres tienen la fantasía de que el diálogo les devolverá la sensación de conexión con su pareja, ya que el diálogo y la conversación son para ella una forma de conseguir soporte emocional y apoyo. Los hombres, en cambio seguimos otro camino: buscamos la conexión con nuestras parejas a través del reconocimiento. Sentir el reconocimiento de ellas es lo que nos hace sentirnos adecuadamente conectados a ellas. Tanto ellas como nosotros buscamos la conexión, aunque sin saber que lo hacemos por vías diferentes y cuando el consorte no responde como cada cual esperaría, terminamos ambos con una fuerte sensación de no estar conectados.


Por si lo anterior no fuera ya complicado, añado otro obstáculo: en mi experiencia con parejas me he dado cuenta que hombres y mujeres usamos el “hablar” cotidiano de manera diferente. Pongo dos ejemplos para que se observe mejor: Una mujer va camino a una reunión de amigas y se encuentra con una vieja compañera de universidad. Al llegar luego a su cita comenta al grupo: “A qué no saben con quién me encontré mientras venía aquí…”. Aquí mi primera observación es que el habla femenina es está íntimamente ligada al transmitir y compartir emociones. Si la misma situación le hubiera sucedido a un hombre, éste hubiera llegado a su reunión y (si hubiera el memento apropiado) hubiera hecho el comentario: “Al venir para aquí me encontré con…”.


El segundo ejemplo es el que llamo “diálogos de la aspirina”, aquí sus dos presentaciones:

(a) Ella: “me duele la cabeza”; Él: “¿Quieres que te traiga una aspirina?”;

(b) Él: “me duele la cabeza”; Ella: “¡Pucha! yo sé cómo es eso… ¡a veces tengo unos dolores de cabeza espantosos!”


Hagan la prueba, al observar el primer “diálogo de la aspirina” la mayoría de los hombres van a decir: “¿Y qué hay de malo?”. A esos hombres hay que explicarles que las mujeres son suficientemente inteligentes como para saber que pueden tomar una pastilla para el dolor de cabeza, por lo tanto lo que buscan no es una aspirina sino el sentir que su pareja es capaz de entender por lo que están pasando. La contrapartida es que también hay que explicar a las damas que su marido no está tratando de zafarse del compromiso sino que está tratando de darles lo mejor de sí. Porque, aquí mi segunda observación, los hombres usamos el habla cotidiana de manera distinta: por lo general la usamos para solucionar problemas. Así, cuando les proponemos a nuestra pareja emplear una pastilla, estamos haciendo lo que mejor sabemos hacer y seguro que, más en el caso de que a nuestro amor le duela la cabeza, lo haremos con el mayor cariño del mundo.


Cuando les presento a las parejas el segundo diálogo de la aspirina, casi siempre el hombre manifiesta que la respuesta de la esposa le molesta ya que ella “siempre tendrá que competir con él… si a él le duele la cabeza, ella dirá que a ella le suele doler más que a él…” ¡No se dan cuenta que su pareja está intentando tenderle un puente de identificación a nivel emocional, porque ése es el campo del habla femenina!.


Entonces, si realmente queremos comunicarnos eficazmente para poder “reconectarnos” con nuestras parejas necesitamos dos cosas importantes: (1) Saber qué es lo que más buscamos hombres y mujeres para sentirnos adecuadamente conectados a nuestras parejas (el soporte emocional las mujeres y el reconocimiento los hombres) ya que el hablar “per-sé” no va a ser lo que genere la reconexión, y (2) tener en cuenta que el habla de los hombres es totalmente diferente a la de las mujeres.


Sobre esto último –y sobre la forma de conversar- hay algunos tips adicionales:


La frustración del diálogo para las mujeres

La investigadora D. Tannen, de la Universidad de Georgetown, se dedicó muchos años a revisar videos y a hacer observaciones de hombres y mujeres de toda edad conversando entre sí, y pudo distinguir algunas características que diferencian a los hombres de las mujeres cuando conversan entre ellos y que hacen que ellas piensen que a ellos, en realidad, no les gusta conversar: (1) Las mujeres suelen conversar entre sí mirándose a los ojos, mientras los hombres tendemos a conversar mirando a cualquier parte. (2) Las mujeres pueden mantener un tema largo tiempo mientras los hombres, en grupo, tendemos a saltar de tema en tema. (3) Las mujeres hacen una serie de ruidos mientras escuchaban (los comprendidos en la llamada “escucha participativa”: “mmm…”, “ajá…”, “¡No me digas…!”, etc.) mientras los hombres solemos escuchar en silencio. (4) En cuanto a la intención o uso de la conversación, las mujeres intentan buscar acuerdos o apoyo, mientras los hombres usamos la conversación para buscar otros puntos de vista.


Esto quiere decir que si una mujer propone a un hombre conversar sobre un tema que considere importante, éste no podrá mantener el tema todo tiempo que a ella le gustaría y cambiará o saltará a otros temas adicionales; escuchará en silencio (sin señales de asentimiento) y mirando hacia cualquier sitio menos a los ojos de su mujer; por último, cometerá el pecado más grande: le dará su propio punto de vista y como ella usa el conversar para buscar apoyo y concordancia, interpretará la discrepancia como una desconexión total. Encima si el tema es la misma relación, el resultado será realmente fatal.


La frustración del reconocimiento para los hombres

Los hombres no suelen hablar de las relaciones porque hablar no les produce ningún tipo de sensación de conexión. Es más, aunque no tienen claro por qué, en muchas ocasiones lo evitan porque presienten que el tema es un pretexto de ellas para buscar otra cosa. Esto es porque para ellos hay cosas que les producen una sensación de cercanía mucho mayor que la conversación o el diálogo.


Ser reconocidos adecuadamente forma, para los hombres, el pilar fundamental mediante el cual se sienten unidos o conectados a su pareja y a su familia: “No les importa cómo me rompo el alma para ganar el dinero que nos permite tener lo que tenemos y encima ellos se quejan de que no les doy el suficiente tiempo”. No se trata de una postura narcisista sino de el deseo honesto de que su pareja los haga sentir menos vulnerables a la sensación de fracaso. Sentirse fracasado, para el macho organizado en jerarquías, genera inseguridad y una pareja que lo aleje de tal sensación es algo que él agradecerá eternamente. ¿Inseguridad de los hombres? No, o no sólo, al menos. Los estudios parecen demostrar que se trata de la forma cómo el hombre (al igual que la mujer con la conversación) aleja la sensación de fracaso en su propio rol.


Fíjense cómo la mayoría de las infidelidades de los hombres empiezan con el encuentro con mujeres que les hacen sentirse reconocidos en sus logros (por ejemplo, las secretarias, las mujeres más jóvenes, las alumnas, compañeras de trabajo que los admiren, etc.) y la mayoría de las infidelidades de las mujeres empiezan con el encuentro con hombres que les hagan sentirse adecuadamente escuchadas sobre sus emociones (hay hombres que ya conocen de este secreto y lo emplean para sus conquistas).


Quiero resaltar que no se trata de que al hombre le guste que le alimenten el ego, ni que a la mujer le guste que le digan sí a todo lo que piensa o siente. Lo que he querido mostrar hoy, en primer lugar, es que la sensación de conexión con sus parejas es fundamental tanto en hombres como en mujeres y que ambos la buscamos, aunque por caminos diferentes, y, en segundo lugar, que el habla cotidiana tiene formas distintas entre hombres y mujeres. Esto forma parte de la naturaleza de cada género en nuestra sociedad y conocerlo es importantísimo para una comunicación eficaz en el amor.

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