El productor de un programa de televisión local me invitó para participar en una conversación sobre cuáles son los principales temores sexuales masculinos. Como suele suceder en estos casos, no nos precisan detalladamente el tema con anticipación y, por lo tanto, uno se encuentra con todo recién cuando ya está sentado en el set y frente al entrevistador. Sin embargo, esta ocasión me dio la oportunidad de reflexionar sobre el tema y sobre otros desencuentros entre los géneros.
En general… ¿a qué le temen ellos?
Les propongo el siguiente ejercicio: pídanle a un hombre que anote en un papel las tres cosas más temidas por él y luego hagan lo mismo con una mujer (el experimento queda mejor aún si se trata de marido y mujer). Lo más probable es que las cosas más temidas por el hombre tengan que ver con situaciones y que los temores de la mujer con situaciones concretas. Así, los hombres solemos temer más a no poder conservar el trabajo o a no poder conseguir dinero, mientras ellas temen más a hechos como el ser asaltadas, violadas o a perder un hijo.
Como vemos, los hombres tememos a aquello que pueda ser rápidamente asociado a la sensación de fracaso o pérdida de status, mucho más que a situaciones en sí mismas. En todo caso las situaciones concretas a las que podemos temer estarían interpretadas desde nuestra aversión al fracaso o a la pérdida de status.
Sería injusto interpretar este hecho como una manifestación más del machismo en nuestra sociedad. Los estudios actuales indican que también hay un componente fisiológico: la sensación de fracaso es vivida (y sentida) de manera diferente entre hombres y mujeres ya que ante el fracaso o la vergüenza los hombres descargamos grandes cantidades de adrenalina y cortisol en el torrente sanguíneo, mucho más que nuestras compañeras femeninas, lo que hace que desde el punto de vista orgánico estas situaciones sean vividas como mucho más desagradables.
Aunque más importante que lo orgánico o los temores en sí mismos son las reacciones que tenemos los varones para evitar estas sensaciones, es decir, para “no sentir”. Son éstas las que desesperan a nuestras compañeras: el hermetismo, es decir, no hablar del tema; la agresividad, como si al ejercer el poder se aliviaran estas sensaciones; el cierre emocional o negación de todo tipo de sentimiento; la distracción o desplazamiento, generalmente excluyendo a nuestras parejas y ensimismándonos a través de algún deporte, la televisión o el salir con amigos. Por último no debemos olvidar al alcohol como medio que muchos varones emplean para adormecer temporalmente cualquier sensación vinculada al fracaso, la vergüenza o descontento con uno mismo.
¿Y a qué le temen los hombres en el sexo?
Y ahora, desde el punto de vista sexual… ¿a qué le temen más los hombres en la cama? La respuesta es unánime: a no funcionar adecuadamente durante el encuentro con la pareja, es decir, a no poder satisfacer a su mujer. Claro que esta respuesta merece ser aclarada: el temor a la falta de performance global que los hombres manifiestan, se refiere a la efectividad antes, durante y al final del encuentro sexual. Curiosamente este temor a no poder satisfacer a su mujer es lo que lleva al varón a actitudes que con seguridad dejarán a sus compañeras insatisfechas.
El no funcionamiento antes del encuentro sexual se refiere básicamente al miedo de no poder lograr una erección o de no poderla mantener todo el tiempo. Aunque este es un temor más propio del hombre mayor, a nivel de fantasía también existe en la mayoría de los jóvenes. Tampoco es raro encontrar hombres jóvenes (menores de 30 años) cuyos temores hacen que no logren erecciones suficientemente fuertes y prolongadas, lo que se convierte en un verdadero círculo vicioso.
El temor a no funcionar durante el acto sexual se divide en dos: de un lado está el temor a sufrir de alguna disfunción (como por ejemplo la eyaculación precoz) y del otro el temor a no hacer gozar a su pareja. En cuanto al primer caso debemos aclarar que aquel hombre que sufre de eyaculación precoz sin que medie causa física, no lo suele sufrir con todas sus parejas. Como la mayoría de las disfunciones sexuales, la eyaculación precoz es un problema que tiene que ver más con la relación entre ambos y es producida por algún tipo de problema inconsciente que hace que el hombre responda de esta manera.
Por último, los temores al final del acto también se dividen en dos: el temor a que ella no llegue al orgasmo (y que todo su esfuerzo fracase) y el temor a uno mismo no llegar al orgasmo. En el primer caso, menos frecuente que el segundo, el hombre está tan preocupado de que su pareja llegue al clímax que a ésta le es inevitable darse cuenta, lo que ocasiona muchas veces que la mujer tenga que fingir un orgasmo para hacerlo sentirse mejor. En el segundo caso, como fantasía presente mucho más frecuente que el anterior, el hombre se siente que no ha podido satisfacer plenamente a su mujer y que va a quedar mal con ésta por no haber podido completar su actuación.
Si uno pregunta a una mujer cómo recibe estos temores masculinos, todas dirán que no logran entender el porqué de la obsesión de los hombres con estos temas. Algunas, incluso, se quejarán de que esta obsesión les impide ver el acto sexual como una forma importante de comunicación y diálogo. El hombre ensimismado en la calidad de su comportamiento no es capaz de comunicar sentimientos y emociones a su pareja. Todo parece falso e impuesto y, lo que es peor, es sentido como innecesario por las mujeres.
Pobrecitos los varones
Al parecer la madre naturaleza ha jugado una mala pasada a los varones ya que muchos no pueden dejar de actuar como si el futuro de toda la raza humana dependiera de su adecuado desempeño sexual y aunque muchos se sientan satisfechos de su performance, lo más probable es que su mujer se sienta poco comunicada.
Recordemos los varones que la naturaleza de las mujeres es mucho mas vincular que la de los hombres. Para ellas el juego amoroso no consiste tanto en recibir placer de un hombre dispuesto a exhibir sus cualidades amatorias, sino más de un diálogo de a dos, en el que ambos pueden dar y recibir con naturalidad. Y esto último lo podemos usar como metáfora de todas las demás situaciones de la vida en pareja: dar y recibir con naturalidad (tanto hombres como mujeres) es lo mejor que podemos hacer para poder conseguir una relación fuerte y duradera.
En general… ¿a qué le temen ellos?
Les propongo el siguiente ejercicio: pídanle a un hombre que anote en un papel las tres cosas más temidas por él y luego hagan lo mismo con una mujer (el experimento queda mejor aún si se trata de marido y mujer). Lo más probable es que las cosas más temidas por el hombre tengan que ver con situaciones y que los temores de la mujer con situaciones concretas. Así, los hombres solemos temer más a no poder conservar el trabajo o a no poder conseguir dinero, mientras ellas temen más a hechos como el ser asaltadas, violadas o a perder un hijo.
Como vemos, los hombres tememos a aquello que pueda ser rápidamente asociado a la sensación de fracaso o pérdida de status, mucho más que a situaciones en sí mismas. En todo caso las situaciones concretas a las que podemos temer estarían interpretadas desde nuestra aversión al fracaso o a la pérdida de status.
Sería injusto interpretar este hecho como una manifestación más del machismo en nuestra sociedad. Los estudios actuales indican que también hay un componente fisiológico: la sensación de fracaso es vivida (y sentida) de manera diferente entre hombres y mujeres ya que ante el fracaso o la vergüenza los hombres descargamos grandes cantidades de adrenalina y cortisol en el torrente sanguíneo, mucho más que nuestras compañeras femeninas, lo que hace que desde el punto de vista orgánico estas situaciones sean vividas como mucho más desagradables.
Aunque más importante que lo orgánico o los temores en sí mismos son las reacciones que tenemos los varones para evitar estas sensaciones, es decir, para “no sentir”. Son éstas las que desesperan a nuestras compañeras: el hermetismo, es decir, no hablar del tema; la agresividad, como si al ejercer el poder se aliviaran estas sensaciones; el cierre emocional o negación de todo tipo de sentimiento; la distracción o desplazamiento, generalmente excluyendo a nuestras parejas y ensimismándonos a través de algún deporte, la televisión o el salir con amigos. Por último no debemos olvidar al alcohol como medio que muchos varones emplean para adormecer temporalmente cualquier sensación vinculada al fracaso, la vergüenza o descontento con uno mismo.
¿Y a qué le temen los hombres en el sexo?
Y ahora, desde el punto de vista sexual… ¿a qué le temen más los hombres en la cama? La respuesta es unánime: a no funcionar adecuadamente durante el encuentro con la pareja, es decir, a no poder satisfacer a su mujer. Claro que esta respuesta merece ser aclarada: el temor a la falta de performance global que los hombres manifiestan, se refiere a la efectividad antes, durante y al final del encuentro sexual. Curiosamente este temor a no poder satisfacer a su mujer es lo que lleva al varón a actitudes que con seguridad dejarán a sus compañeras insatisfechas.
El no funcionamiento antes del encuentro sexual se refiere básicamente al miedo de no poder lograr una erección o de no poderla mantener todo el tiempo. Aunque este es un temor más propio del hombre mayor, a nivel de fantasía también existe en la mayoría de los jóvenes. Tampoco es raro encontrar hombres jóvenes (menores de 30 años) cuyos temores hacen que no logren erecciones suficientemente fuertes y prolongadas, lo que se convierte en un verdadero círculo vicioso.
El temor a no funcionar durante el acto sexual se divide en dos: de un lado está el temor a sufrir de alguna disfunción (como por ejemplo la eyaculación precoz) y del otro el temor a no hacer gozar a su pareja. En cuanto al primer caso debemos aclarar que aquel hombre que sufre de eyaculación precoz sin que medie causa física, no lo suele sufrir con todas sus parejas. Como la mayoría de las disfunciones sexuales, la eyaculación precoz es un problema que tiene que ver más con la relación entre ambos y es producida por algún tipo de problema inconsciente que hace que el hombre responda de esta manera.
Por último, los temores al final del acto también se dividen en dos: el temor a que ella no llegue al orgasmo (y que todo su esfuerzo fracase) y el temor a uno mismo no llegar al orgasmo. En el primer caso, menos frecuente que el segundo, el hombre está tan preocupado de que su pareja llegue al clímax que a ésta le es inevitable darse cuenta, lo que ocasiona muchas veces que la mujer tenga que fingir un orgasmo para hacerlo sentirse mejor. En el segundo caso, como fantasía presente mucho más frecuente que el anterior, el hombre se siente que no ha podido satisfacer plenamente a su mujer y que va a quedar mal con ésta por no haber podido completar su actuación.
Si uno pregunta a una mujer cómo recibe estos temores masculinos, todas dirán que no logran entender el porqué de la obsesión de los hombres con estos temas. Algunas, incluso, se quejarán de que esta obsesión les impide ver el acto sexual como una forma importante de comunicación y diálogo. El hombre ensimismado en la calidad de su comportamiento no es capaz de comunicar sentimientos y emociones a su pareja. Todo parece falso e impuesto y, lo que es peor, es sentido como innecesario por las mujeres.
Pobrecitos los varones
Al parecer la madre naturaleza ha jugado una mala pasada a los varones ya que muchos no pueden dejar de actuar como si el futuro de toda la raza humana dependiera de su adecuado desempeño sexual y aunque muchos se sientan satisfechos de su performance, lo más probable es que su mujer se sienta poco comunicada.
Recordemos los varones que la naturaleza de las mujeres es mucho mas vincular que la de los hombres. Para ellas el juego amoroso no consiste tanto en recibir placer de un hombre dispuesto a exhibir sus cualidades amatorias, sino más de un diálogo de a dos, en el que ambos pueden dar y recibir con naturalidad. Y esto último lo podemos usar como metáfora de todas las demás situaciones de la vida en pareja: dar y recibir con naturalidad (tanto hombres como mujeres) es lo mejor que podemos hacer para poder conseguir una relación fuerte y duradera.
(aparecido en ESTAMPA, suplemento dominical del diario Expreso, Lima-Perú, el día 10-Feb-2008)
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