Se me ocurrió, entonces, buscar en Internet y coloqué las palabras “Navidad depresión suicidios” en Google. Después de sólo 0.24 segundos apareció la friolera de 207,000 artículos que contenían referencias a las tres palabras a la vez. Así me enteré que no sólo en Perú la gente se deprime en navidad, también en México preocupan los altos índices de suicidios en las épocas navideñas; en Puerto Rico instauran el 5 de Diciembre como el “Día de alerta para la prevención del suicidio en Navidad”; en Nueva York dos de cada tres suicidios entre Diciembre y Enero tenían que ver con las fiestas de fin de año; en España, Chile y Ecuador la situación es similar.
Revisando otros artículos veo uno del Los Angeles Times del 17 de Diciembre, que indica que luego de revisar cifras estadísticas de Estados Unidos y el resto del mundo, los expertos han determinado que en realidad los suicidios se reducen en 40% durante la época de Navidad, lo que convertiría aquello de que en Navidad la depresión y los suicidios aumentan, en un verdadero mito urbano. Aquí es donde no puedo evitar pensar que los limeños vamos siempre en sentido contrario al resto del mundo.
¿Por qué cuando todos los medios nos bombardean con publicidad que llama al intercambio de regalos y gratitudes como expresión del amor y la unión de la familia, la sensación de vacío aumenta? Intentaré una breve reflexión en torno a esto:
- En primer lugar recordemos que se trata no sólo de la Navidad sino del final del año. Cada final de año es el fin de un ciclo de vida en el que podemos estar sintiendo frustración o alegría por las metas alcanzadas o perdidas. En cada final de algo, las promesas no cumplidas o las aspiraciones frustradas en nuestro entorno, pueden motivar esta sensación de vacío que se traduce en nostalgia, tristeza o depresión. A esto hay que sumar las experiencias de cada uno durante la vida, es decir, que a más fines de año vividos así, la experiencia se puede agudizar. En resumen, cada fin de año se nos remueven emociones de todos los finales experimentados (fin del colegio, fin de una relación, familiares fallecidos, etc.).
- Los factores psicosociales: la presión por un esquema de celebración que obedece más a criterios económico-comerciales que a la solidaridad real es muy fuerte para muchas personas y un motivo para sentirse más frustrado ante las expectativas de unión real y el interés generalizado por lo superficial, es decir, por el prometido regalo. Y aquí no sólo me refiero a hogares de recursos limitados.
- Desde un punto de vista netamente psicológico no podemos olvidar a nuestra vieja amiga la neurosis que siempre se empeña en impedirnos el disfrute pleno de cada experiencia positiva.
Para finalizar esta breve reflexión navideña me gustaría que nos quedemos con las sugerencias de los positivos canadienses, quienes piensan que más bien debemos aprovechar esta época del año para generar de manera natural más redes de protección hacia la gente más vulnerable emocionalmente porque (1) es una época que facilita el re-encuentro con amigos y familiares, (2) podemos evocar sentimientos positivos y de esperanza, con una mirada renovada hacia el prójimo, y (3) casi sin darnos cuenta podemos estar construyendo mejores recursos comunitarios para la ayuda y el sostén emocional. Ojalá que cada uno pueda realizar un pequeño esfuerzo en este sentido.
A todos Uds. amigos y lectores les deseo de todo corazón una muy feliz Navidad.
(Publicado en ESTAMPA, suplemento dominical del Diario Expreso, Lima-Perú, el día 23-Dic-2007)
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