Existe más de un sentimiento o emoción que es sentido por la persona como lo que comúnmente llamamos “amor”. Sí, aunque suene increíble, la persona afectada por este sentimiento que no es amor de verdad, podrá jurar ante la Biblia que se encuentra realmente enamorado o enamorada pero, lamentablemente, no será así.
Veamos algo de esto: El amor es un sentimiento que se caracteriza por la atracción que pensamos sentir hacia un “otro”. No intento aquí dar una definición cabal sino sólo resaltar este aspecto, porque desde él es que nace la mayor parte de la confusión. Toda nuestra vida sentimos sensaciones como el amor: cuando nacemos, la paz que el bebé logra con los cuidados de la madre frente a la angustia de la realidad frustrante y frustradora, le hace sentir amor hacia ella. La seguridad que el niño consigue al lado de sus padres le hace sentir también algo similar. Es en la etapa de la adolescencia y juventud cuando este sentimiento se vuelve “exógeno”, es decir, se proyecta hacia alguien fuera del círculo familiar en algo que llamamos “amor de pareja”. Y es en el período adulto cuando este sentimiento se hace creador para que, junto con el ser amado, estemos en posibilidad de generar una nueva familia. La confusión aparece en que si bien sentimos el amor a lo largo de toda nuestra vida, por sus características, cuando hablamos del verdadero amor nos referimos sólo al “amor adulto”.
Durante nuestro desarrollo psicológico pasamos por distintas etapas como las mencionadas anteriormente. Y aunque cronológica y físicamente podamos haber avanzado hacia una edad adulta, muchas veces en el plano psicológico no siempre sucede así. Son muchas las veces que encontramos personas cronológicamente adultas pero que en su plano emocional funcionan aún como niños o como adolescentes. También podemos encontrar incluso personas, supuestamente adultas, que razonan como niños o como adolescentes.
Si esto es real, entonces, ¿por qué no podemos suponer que encontraremos personas que “amen” como niños o como adolescentes? Es perfectamente posible y, aunque parezca mentira, es más común de lo que podríamos imaginar.
Amor narcisista
Por el momento sólo haremos distinción entre dos tipos de sentimientos muy parecidos: el amor narcisista y el amor adulto. En términos sencillos podríamos decir que el primero, el amor narcisista, es el que sentimos cuando somos bebes, niños o adolescentes, y que se caracteriza por no tener mucho en cuenta a la persona amada. Se ama, sí, pero porque el objeto amado nos proporciona algo que nosotros necesitamos. En el amor narcisista pensamos y hasta juramos que amamos porque la persona amada nos da paz; amamos porque nos tranquiliza su presencia, porque tiene los mismos gustos que nosotros, porque corresponde al ideal de belleza que yo tengo, porque es aquel en quien yo quiero depositar todo el amor que llevo dentro, etc. En el amor narcisista no se tiene en cuenta más que la propia necesidad de uno. Inconscientemente no tolera ni acepta la posibilidad de que existan diferencias, es más, se siente engañado al darse cuenta que ese otro no funciona como uno mismo. Principalmente toma en cuenta la necesidad del que ama y no la del amado. Y si la toma en cuenta es sólo porque espera recibir algo a cambio. “Yo no soy nada sin él”, “necesito a alguien al que le pueda dar todo el amor que tengo para ofrecer”, “somos iguales en todo, nos gustan las mismas cosas a ambos”, son algunas de las expresiones más comunes de las personas afectadas por un amor narcisista. Repito, caemos en el amor narcisista cuando esperamos que el otro funcione como nosotros queremos y no vemos que se trata de otra persona que puede razonar y funcionar de manera diferente. Peleas por no acordarse de la fecha del aniversario (del mes) o porque no le gusta salir todos los fines de semana o porque le gusta hacerlo o porque no le gusta tomarse sus tragos, etc… son situaciones que indicarían una manera de amar narcisistamente.
Amor adulto
El amor adulto, en cambio, acepta las diferencias. Es más, es consciente de que no existen dos seres humanos iguales y que menos va a existir alguien que funcione exactamente como yo desearía que lo hiciera. En el amor adulto se puede ver verdaderamente a la persona que se ama ya que no es puesta como la pantalla de mis propias necesidades ni se espera dar sólo para recibir a cambio. Cuando dice “Te quiero tal como eres” se refiere exactamente a eso, a la posibilidad de amar a alguien sin pretender hacerle cambios, lo que no significa que no se vean los errores. Es como poner una balanza en la que al final lo que se tiene vale mucho más que lo que no se tiene.
Medias naranjas
Nuestra sociedad basada en la imagen y en la cultura “light” ciertamente no favorece el desarrollo del amor adulto, que vendría a representar el amor verdadero. Las personas están convencidas que desean encontrar su “media naranja” o su “alma gemela”. ¡Por favor! ¡Nada de medias naranjas! Si alguno de Uds. se considera una naranja, por favor sea consciente que lo más probable es que encuentre cualquier cosa menos naranjas, quizá una papaya o un plátano, y ni siquiera la mitad de algo: lo más probable es que su compañero o compañera sean otra cosa (entera) muy diferente de uno mismo y que en eso radica justamente la riqueza del ser humano. Recordemos que el amor narcisista, a pesar de ser “sentido” por la persona como verdadero amor, NO es amor de verdad, en el sentido del amor sano, que es el que correspondería a la persona adulta.
La música, las telenovelas, todos nos hablan del amor que sufre o se siente traicionado cuando descubre que el amado o la amada no corresponden al ideal. Y en vez de adaptarnos a las diferencias protegiendo las cosas valiosas que cada persona tiene, preferimos seguir en la búsqueda del ideal narcisista. Comprendamos que el amor adulto existe para disfrutarlo, es el amor que surge entre dos personas con capacidad cada una de ser felices por su cuenta (no requieren del otro para ser feliz) pero deciden unirse para construir una ilusión compartida y ser más felices aún.
(Publicado en ESTAMPA, suplemento dominical del Diario Expreso, Lima-Perú, el día 18-Nov-2007)
Veamos algo de esto: El amor es un sentimiento que se caracteriza por la atracción que pensamos sentir hacia un “otro”. No intento aquí dar una definición cabal sino sólo resaltar este aspecto, porque desde él es que nace la mayor parte de la confusión. Toda nuestra vida sentimos sensaciones como el amor: cuando nacemos, la paz que el bebé logra con los cuidados de la madre frente a la angustia de la realidad frustrante y frustradora, le hace sentir amor hacia ella. La seguridad que el niño consigue al lado de sus padres le hace sentir también algo similar. Es en la etapa de la adolescencia y juventud cuando este sentimiento se vuelve “exógeno”, es decir, se proyecta hacia alguien fuera del círculo familiar en algo que llamamos “amor de pareja”. Y es en el período adulto cuando este sentimiento se hace creador para que, junto con el ser amado, estemos en posibilidad de generar una nueva familia. La confusión aparece en que si bien sentimos el amor a lo largo de toda nuestra vida, por sus características, cuando hablamos del verdadero amor nos referimos sólo al “amor adulto”.
Durante nuestro desarrollo psicológico pasamos por distintas etapas como las mencionadas anteriormente. Y aunque cronológica y físicamente podamos haber avanzado hacia una edad adulta, muchas veces en el plano psicológico no siempre sucede así. Son muchas las veces que encontramos personas cronológicamente adultas pero que en su plano emocional funcionan aún como niños o como adolescentes. También podemos encontrar incluso personas, supuestamente adultas, que razonan como niños o como adolescentes.
Si esto es real, entonces, ¿por qué no podemos suponer que encontraremos personas que “amen” como niños o como adolescentes? Es perfectamente posible y, aunque parezca mentira, es más común de lo que podríamos imaginar.
Amor narcisista
Por el momento sólo haremos distinción entre dos tipos de sentimientos muy parecidos: el amor narcisista y el amor adulto. En términos sencillos podríamos decir que el primero, el amor narcisista, es el que sentimos cuando somos bebes, niños o adolescentes, y que se caracteriza por no tener mucho en cuenta a la persona amada. Se ama, sí, pero porque el objeto amado nos proporciona algo que nosotros necesitamos. En el amor narcisista pensamos y hasta juramos que amamos porque la persona amada nos da paz; amamos porque nos tranquiliza su presencia, porque tiene los mismos gustos que nosotros, porque corresponde al ideal de belleza que yo tengo, porque es aquel en quien yo quiero depositar todo el amor que llevo dentro, etc. En el amor narcisista no se tiene en cuenta más que la propia necesidad de uno. Inconscientemente no tolera ni acepta la posibilidad de que existan diferencias, es más, se siente engañado al darse cuenta que ese otro no funciona como uno mismo. Principalmente toma en cuenta la necesidad del que ama y no la del amado. Y si la toma en cuenta es sólo porque espera recibir algo a cambio. “Yo no soy nada sin él”, “necesito a alguien al que le pueda dar todo el amor que tengo para ofrecer”, “somos iguales en todo, nos gustan las mismas cosas a ambos”, son algunas de las expresiones más comunes de las personas afectadas por un amor narcisista. Repito, caemos en el amor narcisista cuando esperamos que el otro funcione como nosotros queremos y no vemos que se trata de otra persona que puede razonar y funcionar de manera diferente. Peleas por no acordarse de la fecha del aniversario (del mes) o porque no le gusta salir todos los fines de semana o porque le gusta hacerlo o porque no le gusta tomarse sus tragos, etc… son situaciones que indicarían una manera de amar narcisistamente.
Amor adulto
El amor adulto, en cambio, acepta las diferencias. Es más, es consciente de que no existen dos seres humanos iguales y que menos va a existir alguien que funcione exactamente como yo desearía que lo hiciera. En el amor adulto se puede ver verdaderamente a la persona que se ama ya que no es puesta como la pantalla de mis propias necesidades ni se espera dar sólo para recibir a cambio. Cuando dice “Te quiero tal como eres” se refiere exactamente a eso, a la posibilidad de amar a alguien sin pretender hacerle cambios, lo que no significa que no se vean los errores. Es como poner una balanza en la que al final lo que se tiene vale mucho más que lo que no se tiene.
Medias naranjas
Nuestra sociedad basada en la imagen y en la cultura “light” ciertamente no favorece el desarrollo del amor adulto, que vendría a representar el amor verdadero. Las personas están convencidas que desean encontrar su “media naranja” o su “alma gemela”. ¡Por favor! ¡Nada de medias naranjas! Si alguno de Uds. se considera una naranja, por favor sea consciente que lo más probable es que encuentre cualquier cosa menos naranjas, quizá una papaya o un plátano, y ni siquiera la mitad de algo: lo más probable es que su compañero o compañera sean otra cosa (entera) muy diferente de uno mismo y que en eso radica justamente la riqueza del ser humano. Recordemos que el amor narcisista, a pesar de ser “sentido” por la persona como verdadero amor, NO es amor de verdad, en el sentido del amor sano, que es el que correspondería a la persona adulta.
La música, las telenovelas, todos nos hablan del amor que sufre o se siente traicionado cuando descubre que el amado o la amada no corresponden al ideal. Y en vez de adaptarnos a las diferencias protegiendo las cosas valiosas que cada persona tiene, preferimos seguir en la búsqueda del ideal narcisista. Comprendamos que el amor adulto existe para disfrutarlo, es el amor que surge entre dos personas con capacidad cada una de ser felices por su cuenta (no requieren del otro para ser feliz) pero deciden unirse para construir una ilusión compartida y ser más felices aún.
(Publicado en ESTAMPA, suplemento dominical del Diario Expreso, Lima-Perú, el día 18-Nov-2007)
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