“Doctor, a través de una sobrina nos hemos enterado que a nuestro hijo le gustan los hombres. Nosotros pensamos que la homosexualidad es una enfermedad y quisiéramos que Ud. lo cure”. La cita es real. La pronunciaron una pareja de padres que vinieron a visitarme para que ayude a su hijo de 15 años. Se les veía sinceramente preocupados y esperanzados en que una apropiada psicoterapia pudiera hacer por su hijo lo que ellos no habían podido: hacer de su hijo un “hombrecito”.
Seamos sinceros: la gran mayoría de los padres nos sentiríamos preocupados si alguno de nuestros hijos o hijas nos declarara su orientación homosexual. Nuestros narcisismos (es decir, esa parte de nosotros que piensa que porque nosotros somos heterosexuales ellos automáticamente también lo serán) se sentirán profundamente heridos y, ante el dolor producido por esta herida, reaccionaremos negando la situación (“¿Mi hijo gay? ¡No, imposible!”; “Sólo está confundido, son cosas de la edad, ya se le pasará…”, “No quiero hablar del tema”) o culpando a la pareja según sea el caso (“¡la culpa es tuya por haberlos criado como niñitas!”, “¡Tú le ensañaste esos juegos de hombre a nuestra hija!”).
Es poco este espacio para hacer un desarrollo mayor sobre el tema así que quiero focalizarme en algunos puntos que considero importante que todo padre conozca al respecto:
Primero: ser lesbiana o ser gay no es una enfermedad
Al menos no se trata de una enfermedad psicológica. Quizá desde el punto de vista de unos padres heterosexuales no sea lo esperado, pero cuando sucede no debe tratarse como una enfermedad. El Manual Estadístico Americano para las Enfermedades Psiquiátricas (DSM-IV), que se ha convertido en la guía formal para el diagnóstico de enfermedades/desórdenes psiquiátricos y psicológicos, simplemente no lo incluye como patología. Y aunque pueda haber discrepancias, yo sugeriría tampoco tratarlo como una perversión. Es cierto que se encuentran perversiones ligadas al mundo homosexual, pero esto no es necesariamente generalizable y debemos observar que en el mundo heterosexual también las encontramos.
Segundo: ¿Tiene sentido preguntarse por las causas?
Me refiero a la postura de los padres. Generalmente cuando un padre o una madre me pregunta “Doctor, y esto ¿por qué nos ha sucedido?”, es porque existe una necesidad velada de culpar a alguien o de culparse a sí mismos. Tiene sentido que la ciencia siga intentando ponerse de acuerdo en las causas, pero la verdad, no creo que tenga sentido hacer demasiadas hipótesis sobre las posibles explicaciones para cada caso en particular, por lo menos no desde los padres.
De todos modos déjenme decirles que la ciencia aún no se ha puesto de acuerdo. Las hipótesis biológico-médicas no han podido demostrar definitivamente que exista un condicionamiento genético u hormonal. El psicoanálisis siempre defendió la multicausalidad, es decir, que las tendencias homosexuales se deben a la conjunción de múltiples factores: de nacimiento, ambientales y las experiencias que le toca vivir a cada niño. Ojo que cuando aquí decimos factores de nacimiento nos referimos sólo a la condición bisexual de la mente humana al nacer y no a definiciones genéticas que condicionen desde el nacimiento.
Tercero: ¿Es una condición reversible?
Alguien dijo una vez que pensar en convertir a un homosexual en heterosexual es tan difícil como convertir a un heterosexual en homosexual. Para el momento en que las personas nos podemos dar cuenta hacia dónde apunta nuestra orientación sexual ya no es posible hacer algo. Por esta razón casi podría decirse que ambos, tanto el hetero como el homo, son condiciones irreversibles. Sin embargo, esto no quiere decir que no haya nada que hacer. Por el contrario, de igual manera los padres tendremos siempre la obligación de conversar mucho con nuestros hijos e hijas para poder orientarlos hacia lo que realmente debe importar: favorecer las relaciones de largo plazo, la capacidad de amar con honestidad, el establecerse metas en la vida y mantener una autoestima sana. Esto vale para todos, sin importar su orientación sexual. Si es necesario recuerden que pueden recurrir al apoyo o asesoría de un psicoterapeuta que estoy seguro que puede ser de gran ayuda.
Alguno podrá exhibir el caso de alguna persona que tuvo algunas experiencias homosexuales pero después revirtió. También podríamos hablar de homosexuales que pueden contar con alguna experiencia heterosexual en su haber. Estos casos no debieran tomarse como una “conversión”. Suelen ser casos en los que la persona está ubicándose hasta sentirse adecuadamente definido en su orientación. También hay que señalar que los estudios indican que son muy raros los casos de bisexualismos en hombres, siendo aquellos declarados bisexuales (en su mayoría) casos de patologías fronterizas. Por el contrario, en las mujeres si existe un porcentaje relativamente alto de bisexualismo real, es decir que realmente existen mujeres con la capacidad de formar vínculos eróticos tanto con una mujer como con un hombre.
He querido tocar este tema delicado desde la perspectiva de los padres. Respetando las distintas posturas ideológicas o religiosas, los tres puntos tocados tienen que ver más con la experiencia terapéutica y desde esa experiencia es que se generan estas reflexiones. En cuanto al término “homosexual” soy plenamente consciente que se le vincula a la patología y de allí que haya devenido en peyorativo. Lo he usado sólo porque literalmente engloba tanto a hombres como a mujeres, aún cuando la tendencia es cada vez mayor a usar separadamente los términos lesbianas y gays para referirnos al homosexualismo de mujeres y hombres respectivamente.
Finalmente quiero precisar que nos hemos enfocado estrictamente en el tema de la orientación sexual, es decir en la temática de la elección del objeto sexual del mismo género físico. Supongo que muchos estarán pensando si esto incluye otras temáticas como el de la expresión sexual (es decir, el cómo cada uno desea expresarse sexualmente, si como varón o mujer: amaneramientos, transexualismos, etc.) o problemas más cercanos a las perversiones o fetichismos, como en el caso de los trasvestis o los llamados “chitos”. La respuesta es no. Estos últimos son procesos más complejos, que los podremos tratar más adelante.
Padres, por favor no olvidar que lo importante es una adecuada conexión con sus hijos y tener en cuenta siempre que un hijo sano psicológicamente (más allá de su orientación sexual) es aquel que busca relaciones de largo plazo, cuenta con capacidad de amar con honestidad y establecerse metas en la vida y que mantiene una autoestima sana.
Seamos sinceros: la gran mayoría de los padres nos sentiríamos preocupados si alguno de nuestros hijos o hijas nos declarara su orientación homosexual. Nuestros narcisismos (es decir, esa parte de nosotros que piensa que porque nosotros somos heterosexuales ellos automáticamente también lo serán) se sentirán profundamente heridos y, ante el dolor producido por esta herida, reaccionaremos negando la situación (“¿Mi hijo gay? ¡No, imposible!”; “Sólo está confundido, son cosas de la edad, ya se le pasará…”, “No quiero hablar del tema”) o culpando a la pareja según sea el caso (“¡la culpa es tuya por haberlos criado como niñitas!”, “¡Tú le ensañaste esos juegos de hombre a nuestra hija!”).
Es poco este espacio para hacer un desarrollo mayor sobre el tema así que quiero focalizarme en algunos puntos que considero importante que todo padre conozca al respecto:
Primero: ser lesbiana o ser gay no es una enfermedad
Al menos no se trata de una enfermedad psicológica. Quizá desde el punto de vista de unos padres heterosexuales no sea lo esperado, pero cuando sucede no debe tratarse como una enfermedad. El Manual Estadístico Americano para las Enfermedades Psiquiátricas (DSM-IV), que se ha convertido en la guía formal para el diagnóstico de enfermedades/desórdenes psiquiátricos y psicológicos, simplemente no lo incluye como patología. Y aunque pueda haber discrepancias, yo sugeriría tampoco tratarlo como una perversión. Es cierto que se encuentran perversiones ligadas al mundo homosexual, pero esto no es necesariamente generalizable y debemos observar que en el mundo heterosexual también las encontramos.
Segundo: ¿Tiene sentido preguntarse por las causas?
Me refiero a la postura de los padres. Generalmente cuando un padre o una madre me pregunta “Doctor, y esto ¿por qué nos ha sucedido?”, es porque existe una necesidad velada de culpar a alguien o de culparse a sí mismos. Tiene sentido que la ciencia siga intentando ponerse de acuerdo en las causas, pero la verdad, no creo que tenga sentido hacer demasiadas hipótesis sobre las posibles explicaciones para cada caso en particular, por lo menos no desde los padres.
De todos modos déjenme decirles que la ciencia aún no se ha puesto de acuerdo. Las hipótesis biológico-médicas no han podido demostrar definitivamente que exista un condicionamiento genético u hormonal. El psicoanálisis siempre defendió la multicausalidad, es decir, que las tendencias homosexuales se deben a la conjunción de múltiples factores: de nacimiento, ambientales y las experiencias que le toca vivir a cada niño. Ojo que cuando aquí decimos factores de nacimiento nos referimos sólo a la condición bisexual de la mente humana al nacer y no a definiciones genéticas que condicionen desde el nacimiento.
Tercero: ¿Es una condición reversible?
Alguien dijo una vez que pensar en convertir a un homosexual en heterosexual es tan difícil como convertir a un heterosexual en homosexual. Para el momento en que las personas nos podemos dar cuenta hacia dónde apunta nuestra orientación sexual ya no es posible hacer algo. Por esta razón casi podría decirse que ambos, tanto el hetero como el homo, son condiciones irreversibles. Sin embargo, esto no quiere decir que no haya nada que hacer. Por el contrario, de igual manera los padres tendremos siempre la obligación de conversar mucho con nuestros hijos e hijas para poder orientarlos hacia lo que realmente debe importar: favorecer las relaciones de largo plazo, la capacidad de amar con honestidad, el establecerse metas en la vida y mantener una autoestima sana. Esto vale para todos, sin importar su orientación sexual. Si es necesario recuerden que pueden recurrir al apoyo o asesoría de un psicoterapeuta que estoy seguro que puede ser de gran ayuda.
Alguno podrá exhibir el caso de alguna persona que tuvo algunas experiencias homosexuales pero después revirtió. También podríamos hablar de homosexuales que pueden contar con alguna experiencia heterosexual en su haber. Estos casos no debieran tomarse como una “conversión”. Suelen ser casos en los que la persona está ubicándose hasta sentirse adecuadamente definido en su orientación. También hay que señalar que los estudios indican que son muy raros los casos de bisexualismos en hombres, siendo aquellos declarados bisexuales (en su mayoría) casos de patologías fronterizas. Por el contrario, en las mujeres si existe un porcentaje relativamente alto de bisexualismo real, es decir que realmente existen mujeres con la capacidad de formar vínculos eróticos tanto con una mujer como con un hombre.
He querido tocar este tema delicado desde la perspectiva de los padres. Respetando las distintas posturas ideológicas o religiosas, los tres puntos tocados tienen que ver más con la experiencia terapéutica y desde esa experiencia es que se generan estas reflexiones. En cuanto al término “homosexual” soy plenamente consciente que se le vincula a la patología y de allí que haya devenido en peyorativo. Lo he usado sólo porque literalmente engloba tanto a hombres como a mujeres, aún cuando la tendencia es cada vez mayor a usar separadamente los términos lesbianas y gays para referirnos al homosexualismo de mujeres y hombres respectivamente.
Finalmente quiero precisar que nos hemos enfocado estrictamente en el tema de la orientación sexual, es decir en la temática de la elección del objeto sexual del mismo género físico. Supongo que muchos estarán pensando si esto incluye otras temáticas como el de la expresión sexual (es decir, el cómo cada uno desea expresarse sexualmente, si como varón o mujer: amaneramientos, transexualismos, etc.) o problemas más cercanos a las perversiones o fetichismos, como en el caso de los trasvestis o los llamados “chitos”. La respuesta es no. Estos últimos son procesos más complejos, que los podremos tratar más adelante.
Padres, por favor no olvidar que lo importante es una adecuada conexión con sus hijos y tener en cuenta siempre que un hijo sano psicológicamente (más allá de su orientación sexual) es aquel que busca relaciones de largo plazo, cuenta con capacidad de amar con honestidad y establecerse metas en la vida y que mantiene una autoestima sana.
(Publicado en ESTAMPA, suplemento dominical del Diario Expreso, Lima-Perú, el día 09-Dic-2007)
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