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¿Narciso yo?

A través del correo he recibido esta semana tres consultas referidas al tema del “amor narcisista” que tocamos tangencialmente la semana pasada. En atención a ellos me parece un buen momento para ampliar algo de lo que allí mencioné a manera de contestación a su deferencia al compartir conmigo sus propias experiencias.

¿Qué es esto del Narcisismo? Narciso es el personaje recogido por el poeta romano Ovidio cuya historia es contada en su obra Las Metamorfosis (libro tercero) y que narra la historia de un joven muy hermoso que andaba triste porque no podía enamorarse al no encontrar alguien de suficiente belleza. Una noche de luna llena, al acercarse a una fuente, logró ver su propia imagen reflejada en el agua. No consciente de que se trataba de él mismo, se enamoró perdidamente del rostro que lograba ver en ella, visitándola noche tras noche. Notaba que el personaje de sus amores se comportaba exactamente como él e incluso se retiraba en el momento en que él mismo debía hacerlo. Una noche decidió alcanzar a su amado tirándose a la fuente de agua pero al no saber nadar pereció ahogado por su amor.

Casi 20 siglos después, Sigmund Freud rescata el mito recogido por Ovidio para llamar de la misma manera a una etapa del desarrollo psicológico del ser humano caracterizada por estar centrada en uno mismo (egocentrismo). Esta etapa corresponde (más o menos) a los primeros 4 años de vida. En esta etapa se ama, se desea, etc., pero absolutamente centrada en uno. El niño, hasta más o menos los 4 primeros años de vida, siente que él es el centro del mundo y todo su razonamiento tiende a defender esta posición. Solamente en la etapa siguiente, la llamada Fase Edípica, el reconocimiento de la relación existente entre el padre y la madre le demuestra que él no es el centro del universo.

Madurar pasa por lograr dejar atrás cada etapa de la vida. En cada una de estas etapas razonamos y amamos tal como corresponde: un niño de 3 años será tan egocéntrico como un niño de 3 años, uno de 8 ya tolerará mejor la frustración que le produce el descubrimiento de que no es el centro y razonará y amará de otra manera. Del mismo modo un adolescente o un joven. Y por último, un adulto debiera hacerlo tolerando las diferencias entre las personas y podrá amar a un “otro” sin esperar que razone, ame o funcione como él.

Como siempre digo, madurar es una tarea difícil: si pudiéramos poner una nota, dudo mucho que alguien saque un 20. Es más, bastante contentos deberíamos estar solamente con aprobar con algo más de un 11. Siempre arrastraremos marcas de las edades anteriores, que se muestran en nuestras formas de razonar o amar. El “Narcisista” es aquella persona que está trabada en la etapa narcisista, es decir, aquella persona que ama como el niño de 4 años (o menos), egocéntrico e incapaz de entender las cosas sino es desde su propia forma de pensar. Mientras el narcisista esté emocionalmente trabado en formas de un niño mucho menor (esto es, como 3, 2 o 1 año) tendremos un trastorno mucho más grave.

Por ejemplo, tenemos al Narciso típico, es decir, el estereotipo de aquella persona que se cree lo máximo, aunque no lo diga. Sólo se relaciona con otros que sean “lo máximo” y que consideren a su nivel. Todo debe funcionar alrededor de él y todos deberían enamorarse de él o ella. No necesitan decirlo (por pudor no lo dirían) pero en se comportan como necesitando ser el centro de todo. Pueden tener una pareja pero no son capaces de dejar a las anteriores, necesitando mantener un vínculo de alguna manera.

Aunque parezca mentira, en el otro extremo tenemos a las personas que “aman demasiado”. Estas personas también son narcisistas porque tampoco llegan a ver realmente a la persona que aman. Entregan todo, pero lo hacen pensando en lo que debieran recibir. No les importa si la otra persona es diferente de ella, sólo supone que deberá funcionar devolviéndole lo que secretamente necesitan recibir. Como casi siempre terminan frustrándose, se deprimen y vivirán sufriendo siempre de amores. Aunque no lo parezca, esta forma de amar también es narcisista ya que el que ama así no logra distinguir a un amado o amada diferente, su sueño secreto es el de estar “fusionado” al ser amado, funcionando como si fueran uno solo.

Existen muchos ejemplos más que más adelante podremos tocar. Aunque no lo admita, el narcisista sufre al no poder sentirse un ser separado, individualizado, diferente del objeto amado. Las diferencias que implica el mundo adulto los angustian mucho. Lamentablemente, como lo mencioné el domingo pasado, la sociedad light, donde lo que vale fundamentalmente es la imagen estereotipada y superficial (y que no tolera las diferencias del estereotipo) alimenta mucho las patologías narcisistas y, por lo tanto, las formas de amar nercisistas.

No me cansaré de repetir que amar es un arte. No existen métodos ni sugerencias infalibles. Es como un instrumento que cada cual debe aprender a tocarlo de manera que pueda sacar una música que llegue al alma pero con la marca de cada uno. Es un arte que realmente sólo puede ser tocado por manos adultas. Alguna vez alguien dijo: “El amor es eso que sucede entre dos que se aman”. Para entender verdaderamente esta frase debemos pensar en que esos “dos que se aman” deben ser adultos o, lo que es lo mismo, estos dos se aman sólo si lo hacen (ambos) con amor adulto. Eso significaría, desde esta frase, que no es posible el amor verdadero cuando al menos una de las partes está trabada en un amor narcisista. ¡Fíjense qué duro! No sólo significa que el amor narcisista NO es amor sino que también afirma que aquel que dice sentir amor por alguien que está trabado(a) en su narcisismo, tampoco es capaz de amar de manera adulta. Yo pienso que esto es totalmente cierto, aunque sería interesante también conocer la opinión de Uds. por lo que les invito a escribirnos.
(Publicado en ESTAMPA, suplemento dominical del Diario Expreso, Lima-Perú, el día 25-Nov-2007)

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